DEMOCRACIA A SOL Y SOMBRA



En la tendencia que tenemos los ecuatorianos de apropiarnos, a partir de la moda política, de  temas que antes invisibilizados no eran menos importantes y que sin embargo súbitamente ahora se vuelven parte de la polémica. Radio, televisión, Internet y conversaciones familiares asaltan en un bullicio de opiniones estos temas tan rápido como se silencian al ritmo que marca una moda dejando la preocupación a aquellos que no pueden desprenderse de estas inquietudes por ser los protagonistas de la noticia.

El reciente espectáculo de la consulta y el referéndum ha puesto sobre la mesa algunos nuevos temas, entre ellos los que algunos piensan son solamente la carnada de una gran estrategia del gobierno por alimentar su hegemónica ideología. Así el debate que diciembre suscita alrededor de la plaza de toros se extiende poniendo en juego el tema de la muerte, la tortura, el arte, la política y por supuesto la pregunta por la validez misma de este cuestionamiento.

Circulan las diversas opiniones y en Internet se puede uno enterar de fragmentos de los debates que se dieron por la prohibición de las corridas de toros en Barcelona. Llama la atención una intervención de un filósofo que cuestiona la diferencia entre la moral, entendida como las costumbres y tradiciones de un pueblo, y la ética como la capacidad de pensar estas desde la razón; desmiente también la apología de la fiesta brava por ser tradicional ya que no es nada milenaria y era parte de toda Europa, nada particular del país asociado a este llamado arte que según esta primera intervención pierde toda fuerza por su carácter cruel y primitivo, finalmente hace un llamado a los legisladores a ser quienes establezcan la posibilidad de regular y permitir una trascendencia lejana cada vez más a esas practicas “primitivas” y sangrientas.

La segunda intervención no hace una defensa directa de las corridas de toros, apunta a sostener el derecho que tienen los ciudadanos de ejercer una profesión y una pasión. Iguala las corridas de toros a la pesca deportiva y acusa la hipocresía de los que sin ser animalistas utilizan este criterio para sacar otras ventajas de estas decisiones. Lo que más llama la atención es que utiliza el argumento de que es la sociedad la que debe regular esta polémica asistiendo o no a estos espectáculos, apuesta por un discurso que tiene como base la libertad y el libre albedrío.

Aunque tangencial y médular al mismo tiempo, la pregunta por la muerte de los animales en espectáculos nos vuelca la mirada a quienes en el graderío o el ruedo se juegan el ordenamiento social que procura el sistema. La democracia a sol y sombra, corta orejas, premia con rabos y sacrifica a muchos a nombre de la libertad y los derechos más elevados de una sociedad que reprime su agresividad. Resulta paradójico pensar que el mismo argumento de una democracia en que los legisladores son llamados por representación del pueblo a regular los hechos sociales en pos de una sociedad más civilizada que apunte a los ideales de la cultura; sea este mismo argumento sine qua non el que determine la democracia como máxima expresión de la libertad y el libre albedrío individual.

El gobierno pone a libre albedrío del pueblo –poco civilizado y libre- las decisiones que se plantean en un si o un no a las preguntas de la consulta. En defensa de esta misma libertad se denuncia como un atropello a la democracia hacer valer los instrumentos legales que tiene el ejecutivo para influir en los temas que apelan a la justicia y la comunicación. No se puede reformar el sistema judicial, haciendo la vista gorda a las instancias que están llamadas a esta tarea. Volvemos a una nueva paradoja, o el sistema esta tan dañado que hay que violarlo para ajustarlo, o justamente en esta violación la que lo corrompe como nunca antes. Si hacemos acto de confianza y fe en el presidente de la república, es apostar a que su infinita sabiduría pueda resolver lo que es irreparable dentro de los mismos paradigmas que lo sostienen en el poder. Un pueblo cansado de comprobar en cada elección o levantamiento que parece no haber salida a la corrupción y a la manipulación puede abrir sus cartas sobre la mesa, y no solo eso sino permitir que se patee el tablero. Quizás se corra el peligro de que el caldo salga más caro que los huevos.

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