En el taller de un pintor tengo la oportunidad de encontrarme con un cuadro, es un desnudo bastante realista y muy bien hecho, la joven modelo en la pintura tiene una mirada nada particular pero singular. ¿Acaso se puede no tener mirada? Se dice como criterio diagnóstico que los niños con autismo atraviesan la mirada, parecería que no hay nadie ahí dentro, y es que simplemente no hay nadie a quien mirar. La mirada atraviesa el espacio y no se detiene en el otro, dónde está entonces el origen de aquello que se busca en las pupilas de los niños.
Kundera en su libro la inmortalidad habla de los gestos y de lo particulares e impersonales que se vuelven. Un gesto nos hace reconocible a una persona y al mismo tiempo este pequeño movimiento casi natural es el más ajeno y compartido. La visita al taller del pintor se complementa con una conversación anterior; se dice que el ser humano reconoce la figura humana con tanta precisión que es capaz de distinguir una silueta a la distancia y provoca también problemas a los diseñadores cuando quieren imitar los gestos y la mirada de los personajes virtuales. Opinan que es mejor pintar a una modelo que a una fotografía y es que ni siquiera el objetivo de una cámara logra captar aquello que se escapa a la imagen.
La mirada del retrato está en la imposibilidad de la inercia de la modelo, en lo que hace que a pesar de su postura rígida algo de aquello que el cuerpo pierde en la mirada tenga que ser reconstruida por el pintor. No reproducirá una imagen, lo que se transmite es lo que provoca la pintura incluso años después de ser pintada e inmortaliza el momento. El arte plástico nos da la oportunidad de reconocer en un mismo gesto la pincelada que da la mirada del pintor en el encuentro con la de su modelo.
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