LO DIGNO Y EL SALARIO JUSTO



De reciente orden del día es el tema del salario, las bonificaciones y el seguro médico de las empleadas domesticas. Argumentos a favor y en contra se estancan en  las estadísticas y modelos económicos que se ponen en juego y que rebasan la mayoría de nuestro entendimiento. Uno de estos argumentos en contra del alza salarial es que ahora ya la clase media no podrá pagar una empleada y entonces habrá mucho menos puestos de trabajo y así lo que pretendía ser una medida de ayuda a esta población, resulta ahora su condena.
Pensemos el panorama de lo que se podría llamar “lo digno”. Normalmente los peyorativamente llamados sudacas, muchos de clase media, migran a Europa o EEUU a realizar los trabajos que acá en Ecuador –en caso de que no exista alza salarial- despachan a otro, por lo general a una mujer de origen indígena, montubio, negra, usualmente de esas minorías en donde un rasgo característico esta asociado a una condición de pobreza, miseria y todos sus añadidos. Allá –en el extranjero- muchos de los ecuatorianos realizan los trabajos que los oriundos no quieren realizar, es un trabajo “sucio” pero alguien tiene que hacerlo.
Si el trabajo domestico es o no digno es algo que daría mucha polémica. Lo que no resulta muy polémico de aceptar que existen indudablemente relaciones de explotación, poder y abuso –no intrínseco a su trabajo- que muchas personas tienen que estar dispuestas ha ocupar en esta relación laboral de servicio doméstico, todo esto síntoma de una sociedad ecuatoriana llena de complejos raciales y de status social.
Los trabajos de servicio no tienen el acento en los logros que quien es el “jefe” a tenido para procurarse el privilegio de tener otro ser humano a su servicio, sino que tácita y explícitamente denuncia una desigualdad donde campea el racismo, la explotación, una institucionalidad que reproduce una sociedad enferma acompañado todo esto con  una educación y una salud inaccesible y deficiente.
Si “esa gente vive no mas" con 120 dólares o menos, no es porque tengan la libertad de decidirlo, tampoco porque la pobreza, la desnutrición, la ignorancia, los piojos, el piso de tierra, el frio y las condiciones insalubres seas características esenciales de una cultura indígena anquilosada en la discriminación. Si a una familia de clase media su sueldo de 1000 dólares se les reduce a 600 por tener que pagar seguro y un sueldo “digno” a una empleada domestica (que la mayoría de los casos hace el papel de mamá que ya no muchos están dispuestos a realizar) se vuelve realmente un problema para esta familia ya que la mayoría pueden ser incluso profesionales mal pagados que no tienen plazas de empleo y que el sstema tampoco les favorece. Pero si a una empleada domestica que tiene igual una familia se le reduce de 350 a 120 dólares su salario sin los otros beneficios, la línea que se rompe en esta frontera no pone en juego el paseo anual a la playa o los juguetes navideños, sino la Salud, el Alimento, la Educación, y la oportunidad de romper este circulo vicioso que nos hace pensar que debe existir gente que sea capaz de aceptar un sueldo miserable porque eso es mejor a que se queden sin trabajo.
Quizás lo que nos vuelve dignos es la capacidad que tenemos de reconocernos en el otro y asi sensibilizarnos con otras realidades  que rebasan la retórica o la lógica de los modelos económicos.

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