Entonces el juez pido diseccionar aquella pregunta que yacía inmóvil y de la que nadie podía dar cuenta, y sacando un trozo, pensó que la mejor forma de proceder con justicia era entregando un pedazo a cada uno.
Algunos intentaron armar el rompecabezas y resolver la cuestión inicial, otros se deshicieron de su parte pero estaban condenados a cargarla. Para cada uno se volvió un enigma al que solo la luz podía dar respuesta, entre el paso que permite el despertar y el sueño.
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