Un hombre no es lo mismo que un humano, pero esta vez se trataba de un hombre, que no podía vivir en unos edificios con paredes encajonadas que se teñian de rojo para dejar crecer desde el final de cada columna el brote de un frondoso bosque, que para otros se llamaba cielo. Este bosque termina ardiendo desde la rama más alta hacia el suelo. El calor fue tan fuerte que unió muchas cosas entre sí, y se junto tanto que resultó el centro de un mundo en el que no se sabe que es un cubo pero si Picasso.
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