Son
apenas pocos viernes los que llevo asistiendo al Grupo de estudio spinoziano.
Realmente tendría que empezar diciéndolo, poco puedo decir de Spinoza! Y lo qué
diré es más una lectura, sino una suposición. Así que mi intervención es la de
dar cuenta de qué hago aquí. ¿Qué hace un psicólogo de profesión y
psicoanalista de formación en un Grupo de estudio sobre la ética de
Spinoza?
Es
por vía del psicoanálisis lacaniano que encuentro interés en la obra de
Spinoza. No solamente porque la máxima “el deseo es la esencia del hombre”
retumba en toda la teoría lacaniana, sino porque más allá de sus encuentros o
diferencias, los temas de los que se ocupa Spinoza son como un cebo para los
oídos de un psicoanalista. No hay proposición que no sea digna de perderse en
ella. Hay una especie de seducción que
me confronta con cierta prisa impertinente, por lo que debo agradecer la
paciencia que los filósofos puedan tener conmigo.
Se
sabe que Lacan fue un estudioso de Spinoza, está presente en su obra, y que se refirió a
él en lo que llamo su “excomunión mayor”
cuando fue expulsado de la Asociación Internacional de Psicoanálisis. No
creo pertinente hacer un paralelismo entre Spinoza y Lacan, pero podemos leer
desde cierta posición a Spinoza y ver que preguntas nos plantea. En una obra tan basta y compleja, encuentro un
océano donde es fácil naufragar. Es por
eso que prefiero preguntarme por qué la dimensión ética está en el centro del
psicoanálisis. Se podría concluir, si se
quiere, que no hay psicoanálisis sin
ética. Incluso se podría plantear de algún modo al psicoanálisis como una ética,
en tanto obliga a tomar posición, y a hacerse responsable de ella. La posición
de no ceder ante el deseo y apostar por el Sujeto.
…
Alguna vez has
pensado realmente que quizás no seas tú desde donde hablas? Por ejemplo, en ese
momento de perplejidad en el que te sorprende como ajeno lo que acabas de decir.
¿De dónde viene aquello que sale de tu boca pero no de tu voluntad?! Un lapsus,
acaso una traición!! Es un lugar oculto donde algo falla, pero que a su vez
está detrás de nuestras más arraigadas creencias, de las verdades a las que no
estamos dispuestos a renunciar. Un agujero en el saber al que Freud llamo
inconsciente!
Cuáles serían las
implicaciones si tomamos en serio lo inconsciente!? Si el lugar de la intención
no coincide con el lugar desde el que uno habla, ¿Qué queda de ti, qué eres? Es
fácil perderse en la fantasía de un determinismo inconsciente, una fuerza
oculta incontrolable que me delata y de la que no puedo dar cuenta. De eso Yo
no tengo nada que ver. Sin embargo, es gracias a que ese inconsciente opera,
que somos lo más alejados a una máquina. No somos solamente un mecanismo de
engranajes, mecánicos, biológicos, neuronales o instintuales, incluso culturales. Al
contrario, la pregunta que ese agujero abre es por el deseo!! ¿Qué quiere?
Pregunta el diablo al ser invocado!
Partimos de que no
hay ética sin Sujeto, y no hay sujeto sin deseo, ni deseo sin un agujero
indomable. Este no es estrictamente el deseo spinoziano, pero podríamos decir
que es gracias a que el deseo es la esencia del hombre que es posible una
Ética. Para entender esto hay que diferenciar esta ética de la del ideal, de lo
universal e imperativo; ya que allí no
hay posibilidad de subjetividad como lo entiende el psicoanálisis. Es decir, en un universo completo donde nada falla, no
hay posibilidad de un acto ético. El deseo implica la posibilidad de una cierta
elección, incluso de la elección que hacemos frente a lo que podemos llamar el
destino, suponer uno es ya una elección.
Aquí se despliega una
cuestión clásica e irresoluta entre la libertad y la necesidad. ¿Es posible una
ética sin libertad? ¿Hay ética en un universo necesario? Esto se comprende bien
si entendemos que el Dios de Spinoza no es bondadoso ni castigador, es por ello
que no es una cuestión de amor. Al no existir un Dios con barba, antropomorfo, el mordisco de la manzana del árbol del bien y
del mal, comprueba la finitud de Adán que en su ignorancia no conocía las
causas y por ende sus consecuencias. Es por ignorancia que el humano es
desterrado de un mundo ordenado. Spinoza al des-subjetivar a Dios comete su
peor herejía. En un solo movimiento
Spinoza devuelve su destino al humano, de las garras de un dios caprichoso,
pero eso no le impide tener que salir del Edén, si alguna vez estuvo en él. Si
nos ponemos poéticos podríamos decir que el hombre creo a Dios cuando este lo
exilió.
Un Dios subjetivizado,
es para Spinoza la ficción que imaginamos, producto de nuestra ignorancia sobre
las causas infinitas. Sin embargo este Dios no localizable tapona todo el
universo con su presencia. Lacan es más radical que Spinoza. Es la idea de un
todo, lo que de hecho viene a taponar un agujero irreductible. Para el
psicoanálisis en el centro de la experiencia subjetiva yace como causa un
agujero insondable, un Real lo llama lacan; que puede tomar la forma de lo que
queda por fuera de lo simbólico, pero también como imposible, e incluso como
impotencia. Con este vacío solo podemos operar por sus bordes, como un agujero
negro del que sabemos solo por sus efectos. Este vacío es una hipótesis
necesaria que se traiciona a si misma por intentar nombrar lo inefable. No es
sino en los tratamientos de este agujero, de esta falla en el saber, que el
Sujeto deviene como efecto.
El universo de Lacan
es el del lenguaje, pero un universo agujereado, no-todo. Esto implica que no
exista un Otro garante. No hay metalenguaje, no hay significante que se
signifique a sí mismo, es decir, no hay una dimensión de referencia que
garantice un horizonte, un punto de fuga hacia dónde dirigirse, una verdad.
Para el psicoanálisis no hay proporción sexual, es decir que no hay
intersubjetividad, la disparidad subjetiva implica también una soledad
subjetiva, pero que a su vez no puede ser sin el Otro.
Es por ello que para el psicoanálisis no
hay una clasificación psicopatológica en función de los ideales sociales de
normalidad. Es decir, no hay norma psíquica. La normalidad es también una decisión
que de hecho hay que defender. Suponer una normalidad, es hacer consistir la
suposición de que realmente hay algo que nos pone en común, ¿la esencia del
hombre?, ¿el deseo es normalizable?. ¿Qué cura es posible sin ideal?
Es por ello que la hipótesis del
inconsciente, agujerea la ficción de un Yo completo, lo denuncia como una
imagen, una función especular de identificaciones e ideales. El Sujeto no es
entonces el Yo de la psicología, dueño de sí mismo, erguido sobre un ¡Si se
puede!. Es por ello que si hay una
decisión ética en el Sujeto, será la de la posición que tome frente a su propia
falta y la de la no garantía del Otro. El Sujeto del deseo es un sujeto efecto
de lo que no marcha, un efecto de la falta en ser y solo porque la cosa no
marcha es que puede posicionarse de manera ética. Si Spinoza hace un llamado al
conocimiento de las causas, Lacan coloca en el lugar de la causa un objeto, con
la condición de que este perdido desde y para siempre. Parece evidente una
disimetría entre Spinoza y Lacan; sin embargo, hay un punto de encuentro en que
quizás la única libertad a la que se puede aspirar es la de hacerse cargo de su
condición finita. ¿Qué tiene que ver usted en lo que le sucede? Pregunta el
psicoanalista!
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