Curiosa casualidad que en una lectura de váter,
en una revista de arquitectura me encuentre un artículo de Zizek (2010) sobre
el El Tercer espacio. Con su agudeza
peculiar Zizek describe un gran ventanal, instalado en Corea del Sur, que sirve
de escaparate para observar la inhóspita franja desmilitarizada que hace de borde
y división con sus vecinos norteños. En respuesta, Corea del Norte instala la
falsificación de una ciudad, una maqueta en tamaño real, con casas bonitas,
dice Zizek, las que se encienden por las noches y son visitadas
obligatoriamente por gente de los alrededores en trajes dominicales. “De este
modo, Corea del Norte –observada desde un lugar seguro en Corea del Sur- acaba
resultando un espectáculo sublime; a la inversa, también la democracia puede
parecer sublime vista desde la perspectiva de un régimen totalitario” Concluye Zizek(2010).
Ambas instalaciones no dejan de ser fachadas,
que encubren justamente el espacio de intersticio. Este tercer espacio es el de las cañerías, los cables, las instalaciones. Un espacio
renegado que alberga los desechos, monstruos, ratas; seres que habitan justo debajo de nosotros,
alrededor, entre las paredes. El artículo de Zizek deja entrever que existe una
brecha en la relación que existe entre la forma y la función en arquitectura, entre
el exterior y el interior. “Lo que ésta intrusión mutua indica es que el
Interior y el Exterior nunca ocupan el espacio completo”(Zizek, 2010). El
interior y el exterior no son espacios complementarios, sumarlos no elimina el
borde que opera en tanto reprimido y en el que ubicamos lo que queda de resto,
de desecho, un residuo, un vacío.
Sabemos que el psicoanálisis no ha retrocedido
ante el agujero ni el resto. Por el contrario, opera con él y moviliza al Sujeto a hacerse
cargo. Salgo del váter con la sensación de que algo se escapa en la lectura
de Zizek. No solo es la estética de la arquitectura en donde se puede
identificar este lugar incómodo, también está en la estética del cuerpo. Hay
cuerpos a los que nos resulta sorprende imaginarlos comiendo, descomiendo, gozando
sexualmente, incluso bailando, o escribiendo sobre la mierda. Cuerpos del ideal,
de la autoridad, de lo políticamente correcto, cuerpos de la transferencia. Me pregunto si lo innombrable en Dios sea justamente su corporeidad!
La reflexión final de Zizek apunta a que la
arquitectura es incapaz desde “fuera” de dar cuenta de los antagonismos
sociales o ideológicos, “pues cuanto más intenta la arquitectura conservarse
pura –estética o funcionalmente- más reproduce, perpetuándolos, esos
antagonismos”(Zizek, 2010). Hay entonces una relación de exclusión entre un
discurso que pretenda mantener sus bordes delimitados, y la posibilidad de una
reflexión crítica que no le devuelva su imagen ideal. Si el psicoanálisis necesita trabajar el borde para no confundirse principalmente con el psicologismo,
las neurociencias y la sociología; corre
a su vez el riesgo de sumirse en una teoría estética que no tenga en cuenta el
lugar inhóspito desmilitarizado de ambos bandos. Lo que podría ser más
preocupante es que el psicoanálisis se ubique en un cierto ascetismo
intelectual que no tenga nada que ver con lo que atasca las cañerías del mundo.
Zizek, Slavoj. (2010) El Tercer espacio. Arquitectura Viva, 134, Pág. 112.
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