Igual que lo hacen las ballenas, pensó. Decidió entonces
dejar su trabajo, regaló su ropa y compró un pasaje a un lugar solitario cerca
al mar. En el trayecto se limitó a decir lo necesario y se embarcó. Ya frente a
la orilla el horizonte le pareció muy basto, aterrador. Se encalló entonces en
un largo llanto, no pudo dar ese último paso.
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