OBJETIVIDAD, ARQUITECTURA E IDEOLOGÍA



Zizek en su texto Ideología, cita un análisis que realiza Levi-Strauss de los dibujos que realizan aborígenes de Suramérica de la disposición espacial de su aldea. Los habitantes al dibujar las chozas sobre un papel o en la arena, se dividen en dos grupos: unos dibujan colocando un templo en medio; otros dibujan dos grupos de chozas separadas por una frontera invisible. Levi-Strauss dice que no se trata de un relativismo cultural de la percepción espacial. La diferencia no se refiere a la disposición “real” objetiva de las chozas, sino a un “desequilibrio en las relaciones sociales que impidió  a la comunidad estabilizarse en una totalidad armónica” (Zizek). No se trata entonces de que los aldeanos comprueben con una vista aérea la configuración real. Incluso en una fotografía aérea del sitio, se nos escaparía “lo real”, lo no simbolizado del antagonismo social que se plasma en un papel. Las chozas no tendrían entonces solo una disposición espacial objetiva, sino una distribución simbólica que desprende un resto irrepresentable en el plano.

Este mismo ejercicio sería interesante llevarlo a cabo con niños que sin tener sabidos los mapas de su ciudad, puedan relacionar los sitios que habitan, ubicándolos de una manera que podríamos llamar topológica, ya que no impone relaciones desde las meidas y proporciones, sino desde las fronteras y los bordes.

¿Qué es entonces la ciudad? ¿Cómo responde la arquitectura?

Se diseña un hábitat evidentemente desde humanos para humanos y en esta condición dada por sentada, incluso tautológica, se esconde precisamente ese resto que permite la pregunta misma por la ciudad y la imposibilidad de una respuesta no-toda. Se puede responder a estas preguntas calificando a la arquitectura y la ciudad de forma objetiva, deduciendo de un estudio casi axiomático de la estructura, la función y la forma en sus sobredeterminadas condiciones y configuraciones un diseño único y “bien logrado”, es decir, un modelo y por ende una definición, sin indefinición posible.

La pretensión de un saber no ideológico es ya ideológica. Ubicarse en el lugar de la objetividad para definir un modo de habitar es ya una ideología que se sostiene en la suposición de una evidencia axiomática. Por ejemplo, una norma enmascarada en las verdades más obvias, se presenta como el mejor modo logrado: una habitación luminosa es mejor que una oscura. Hay entonces que advertir que pretender ir más allá de las subjetividades y los gustos imaginarios, amparándose  en la objetividad,  no evita tocar la puerta a la ideología.

En fachada+luz+sombra+plaza+temperatura+ambiente+función+calle… la suma de las partes no es igual al todo, existe un resto que se escapa. Damos cuenta de que en todo quehacer humano está atravesado por la imposibilidad de colocarse por fuera de nuestra condición de sujetos, debido a que no existe metalenguaje. Esta posición de la objetividad es la pretensión ideológica de la ciencia, nuevo dogma en nombre del cual anunciamos nuevas cruzadas.


¿Dónde puede ubicarse el saber-habitar en relación a la ciencia, a la técnica, al arte o a otro discurso? Pensar ¿qué es la arquitectura? Es quizás una respuesta que cada arquitecto pueda resolver en su enfrentamiento con los dibujos que cada uno hacemos de nuestra aldea. Pensar la ciudad es quizás empezar a reconocerse como sujeto-habitante y reflexionar sobre las preguntas que este sujeto plantea. 

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