LO CONTINGENTE EN LA FORMACIÓN DEL ANALISTA

Si el llamado pos modernismo deja una estela de malestar, es gracias a la ruptura de los lugares en que los discursos han sostenido su saber y su verdad. El psicoanálisis se cuida de no adoptar una etiqueta que le encuadre dentro de una ideología, pues toda posición ideológica implica una rigidez que encuadre sus bordes desdibujados. La posición del sujeto para el psicoanálisis  no se sostienen en su materialidad, ni en la referencia identificatoria a la norma. Parto entonces de esta premisa teórica y ética para hacer la pregunta por la pertenencia y el sostenimiento de una Institución que busque la transmisión y formación en psicoanálisis.  

Si bien no hay modo de sostener algo que no sea por vía del nudo, es decir del síntoma; dicho anudamiento no obedece ni a la lógica del Uno, ni del Todo y menos a la de la comunión. El anudamiento borromeo no es un poner en común, cómo tampoco es garantía de estabilidad, pues su integridad no esta en el orden de lo necesario y dado para siempre, es por lo tanto contingente y se pone a prueba a cada momento que alguien habla. La institución psicoanalítica, como es bien sabido, no escapa a la contingencia, propia de las instituciones, que marca los ritmos de sus impasses, es por eso que se hace necesario sostener aquella fragilidad.

A pesar de lo advertencia que la Institución vuelca sobre si misma, lo que se repite hace nudo, y lo que esta en el orden de lo sintomático esta por definición reprimido y escapa a la obviedad, es decir, que no se dice pero que se puede rastrear en su insistencia. Insisto entonces en que podemos escuchar en la producción de las instituciones, lo que su repetición denuncia de no sabido y que paradójicamente sostiene. Hace falta hacer una revisión crítica de los escritos que produce una cierta institución para ubicar aquello que no siendo parte del contenido del texto lo sostiene y autoriza. La larga y repetitiva referencialidad  a uno o dos autores, vuelve dudosa, no lo valioso de su producción, sino el efecto y función de autoridad y autorización que confiere al texto y sus producciones. Instituciones que sostienen de texto a texto, e incluso de página a página la referencia a quienes anudan su formación y producción, se limitan a la esfericidad que se alimenta de si misma, aunque el efecto sea de hinchamiento. 

Hay que ser hereje para poder elegir y no caer en el dogma, para incluso atreverse a decir que una institución debe ser más psicoanalítica que freudiana y lacaniana; siendo quizás estos adjetivos necesarios para dar cuenta de una orientación que no esta en la lógica de la propiedad privada, pero que tampoco es cualquiera ni puede fundirse en la indeterminación.  La pertenencia no puede estar en la lógica del todo-exclusivo o excluyente-imposible. Tiene que ponerse a prueba ahí donde lo contingente abre y cierra las vías posibles e imposibles, sin ser cualquiera ni todas las que se elija. Ahí donde se trata del uno por uno, el reto de la institución psicoanalítica es hacer comunidad sin poner su mayor acento en la identificación de sus miembros consigo misma, y menos pretenderse como la norma. Me atrevo a pensar que debe garantizar (cosa que siempre esta por verse) una transmisión y producción rigurosa que albergue en la contingencia las vías de recorrido particular de la formación de cada uno de sus miembros. 

Un punto de cruce en lo político del psicoanálisis es que nos invita a pensar el lazo reconociendo lo irreductible de la relación con el otro. El éxito de una institución psicoanalítica no puede servirse de la comunidad efecto de la identificación con un significante que luche por al totalización de lo internacional, lo mundial o lo Universal. Ello no implica que no haya que marcar las diferencias, siempre y cuando no cierren en el necesario de una pertenencia o lo imposible de la exclusión la posibilidad de una práctica que no es en solitario.

Permitámonos entonces sostener cierta herejía que nos reúna en los puntos imposible de fuga, que toda paralela aspira (desde un cierto punto de vista), siendo líneas que por definición no tocan ninguno de sus puntos. Advertir que cuando el punto de vista es central, la posibilidad no es otra que el movimiento propio de lo centrifugado.

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