EL PROPÓSITO DE LA EXISTENCIA Y LA SUBJETIVIDAD

Al comportamiento no le falta nada, es decir, que no hay comportamiento desviado del trazado de la vida,  incluso la muerte y la enfermedad,  si querernos ser estrictamente darwinianos,  están al servicio de la vida y viceversa.
 
La existencia no tiene un propósito. En este sentido un comportamiento desviado no es algo que sale por fuera de un order evolucionista.  Sin embargo,  a la esquizofrenia por ejemplo lo llamamos una enfermedad,  un síndrome,  un camino desviado o contrario al funcionamiento supuesto correcto de la vida.  Esta pretensión de normalidad y de cura, entendida como la solución del desvío,  es entonces propiamente humana,  es decir subjetiva. Todo propósito esta en el plano de lo subjetivo, si hay un orden en el universo no obedece a ningún propósito como se empeña la ciencia en descucbrir, incluso suponiendo a la subjetividad dentro del propósito de la adaptación de la especie. 

Al comportamiento no le falta nada,  si algo le falta,  si falla,  es porque es subjetivo en su concepción más profunda. La ciencia lleva en su corazón el elemento patógeno de la subjetividad.  Por qué valorar la vida,  por qué darle un propósito a la vida sobre la muerte o la enfermedad;  al punto tal de volver la muerte en contra de la existencia.  Dar un carácter trascendente a la existencia es precisamente un efecto subjetivo.

La pregunta y el deseo de saber propio de la ciencia es ya un efecto subjetivo.  La pregunta por el origen,  por el big-bang y el orden universal, que recuerda el conteo obsesivo de las fisuras de un piso,  son justamente subjetivas.  No hay realidad humana que no sea subjetiva.  

Y sin embargo lo subjetivo no lo es todo,  hay un orden que limita y a su vez es límite.  Como ocurre con el tiempo y el espacio, la realidad y la subjetividad no existen por si solas y a su vez no se puede reducir la una a la otra. Este es el paradigma que nos ubicará como época en el punto ciego propio de cada momento histórico.  

Es por ello que es tan válido implicarse en descubrir el orden-caos universal, como en operar sobre los efectos subjetivos que imprimimos al mundo como humanos, estos últimos no son menos reales que los primeros, ya que no hay modo de salir de la necesaria consistencia y propósito que damos a la existencia,  pero a su vez hay que estar advertidos de que esta necesariedad se funda justamente en la imposibilidad de obtener una respuesta toda. 

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